lunes, 15 de junio de 2009

MIENTRAS MÁS GASTAS, MÁS AHORRAS (001-2009) PARTE 3

Esta parte de mi narración es posible que rebase los límites de lo fantástico. Yo mismo tengo dificultades en saber qué fue lo que ocurrió realmente y qué fue provocado tras haber sido picado arteramente por un mosquito de la clase Anophilicae Culerus cruzado con otra especie, la denominada Toxirepinchonis Sacadeus, es decir, se trata de un mosco entre mutante y piratón que tiene una probóscide en forma de un delgado glande, desviado 68 grados a estribor, con el cual puede picar de forma mañosa al hacerse hacia una lado y clavar su veneno en otro punto de la víctima, normalmente jetona.

Esto fue lo que me pasó cuando pernoctaba en un hotel de media estrella cerca de Amatlán de los Reyes, en ruta hacia Orizaba, evitando finalmente la ciudad de Jalapa pues estaba teniendo lugar en esos días un Congreso Internacional de Feng Shui para Amas de Casa Rete-Desesperadas. La prudencia y mi sexto sentido para alertarme de cosas peligrosas me hizo evadir dicha ciudad.

El 26 de abril de 1618 (no había internet, ni teléfonos celulares en aquellos días) el sacerdote Miguel Gutiérrez Bocanegra celebró una Misa Cantada (aunque tampoco había ni amplificadores, ni mezcladoras, ni crossovers, ni sub-woofers, por lo que había que cantar lo más fuerte posible para que los desde mero atrás pudieran oír aunque no entiendieran nada porque la misa era en latín y aquellos indígenas apenas andaban entrándole al castellano.) Dicho acto de gran solemnidad religiosa, pero con escaso público, influyó mucho para que la población de chaneques acentada en los alrededores se sintiera ofendida y optaran por irse más hacia las montañas, las cuales yo tendría que cruzar para llegar a Orizaba.

Esa zona montañosa es Territorio Independiente Chaneque, al grado de que ni los narcos se animan a tratar de abrir por ahí un laboratorio para fabricar tachas.

Para mi desgracia, poco antes de salir de Amatlán de los Reyes fui picado por el mosquito del que les platicaba antes. En parte porque el ventilador colocado en el techo casi no giraba, que si hubiera podido graduarlo para que generara un ventarrón el pinche mosco ni hubiera podido acercárseme. Y yo, noqueado con el Ribotril, ni lo vi venir, ni lo sentí. Nada más amanecí con una fea roncha en el cogote, del lado derecho, muy cerca de la yugular. Medio me bañé con el chorrito de agua tibia que intentaba salir de la oxidada regadera (muy retro), desayuné uno cornflakes, demasiado crujientes para mi gusto, bañados en una especie de agua blanca que se acercaba más a una horchata sin azúcar que a la leche. También devoré una chilindirna (esa sí estaba bien buena) y subí a mi habitación para seguir adelante con mi búsqueda de los dos criminales de guerra serbios: Goran Hazdic y Ratko Mladic, prófugos de la justicia internacional y cuyas cabezas (o con todo y cuerpo) valen 5 millones de dólares cada una, para el que los atrape. ¿Algún banco, asesor financiero o corredor de la bolsa de valores puede ofrecer ganancias más grandes y rápidas?

Insisto, yo no iba tras ellos en un afán justiciero. Ibar por la LANA. Por eso había decidido probarme como empresario, o como dicen por Paseo de la Reforma, en un entrepreneur.

Subí a mi habitación, pues, y sucedió la primera cosa medio rarita, seguramente derivada ya del efecto alucinante de la ponzoña que me había inyectado el desgraciado mosco jijo de su picuda madre que habrá vivido no más de dos días la muy cabrona antes de que alguien la reventara con un matamoscas.

Sentado sobre la cama me encontré al fantasma de Pascual de los Santos Garcia, amatlense por nacimiento, regidor del pueblo y quien organizó el cuerpo voluntario que acudió a la defensa de la Villa de Córdoba en Jornales del 16 al 21 de mayo de 1821. Entró a la Villa de Córdoba con 20 amatlenses armados y 30 zapadores, haciendo ruido con un tambor. Y con ese mismo tambor comenzó a tocar un cadencioso ritmo mientras me soltaba una letanía de la cual sólo pude entender cosas como "no vayas... chaneques... trampa... regrésate... todavía no depositan..." Tras lo cual, se desvaneció.

Lo único que me resultó familiar de aquel discurso de la ectoplasmática criatura fue "todavía no depositan", lo cual me trajo nefastos recuerdos, pero en cierta forma me reubicó en la realidad. Y esta era seguir con mi misión. En algún libro de esos que acostumbro comprar en las tiendas de "usados", allá en la calle de Donceles, había leído que para evitar a los chaneques es necesario vestirse con la ropa puesta al revés. Otro inconveniente, aunque superable.

Con la camiseta de Led Zeppelin no tuve bronca, lo único que cambió fue que Jimmy Page y Robert Plant quedaron a mi espalda y la imagen de una ninfa angelical sobre mi pecho. Con los calzones no tuve tampoco serias complicaciones, pero los pantalones de mezclilla resultaron más latosos porque el ziper y el broche y la hebilla del cinturón quedaron enfrentando a mis nalgas y la verdad era incómodo sentir eso como queriendo presentarse a sí mismos a mi culo, como si aquello pudiera ser el principio de una nueva amistad. Y luego la torcedera para abrochar y demás. Con los calcetines, no problem. Los tenis..., eso si los dejé como deben ir porque tengo el pie plano, tendencia a las ampollas, andaba con una uña enterrada y pues miope y caminando con los zapatos al revés, en una zona montañosa, nada más no.

Me largué de ese pueblo para enfrentar mi destino con dirección a Capoluca porque de ahí en adelante entraría en las montañas y territorio chaneque, armado solamente con la codicia de los 10 millones de dolares que esos dos descocados asesinos eslavos representaban para mi economía. Lamentablemente, un fulano muy saludador con el que me topé y le dije a dónde iba, puso los ojos en blanco, le dio un acceso de risa que fue sofocado por una tos reseca y me dijo "¿así que te vas a meter a mera Tierra Caliente?..., cuidadito güero... mucho cuidadito..." y se fue negando lentamente con la cabeza.

Capoluca, cercana a Orizaba, apenas tendrá, a lo mucho, tres mil habitantes, campesinos en su mayoría, que fueron un poco ariscos cuando les pregunté por dónde era menos arriesgado cruzar los "montes"... Hubo quien se siguió de largo, sin pelarme, pero al fin una señora de la octava edad se detuvo para informarme que me dirigiera cautelosamente (juro que esa fue la palabra que empleó) hacia el cerro de Tonalixco o "Tepechicuapa", donde brotan unas flortes llamadas Yocopa que, según como ande uno, pueden resultar muy bonitas. También me advirtió que evitara cruzar esa zona durante la noche, porque los chaneques, en esa época del año, eran más fregoncitos (juro otra vez que esa fue la palabra que usó), que mejor pasara la noche en el pueblo.

Pero, y esto lo puede firmar cualquier señoritongo/a que trabajan en las fábricas de hacer dinero, a los bisnes hay que entrarles con decisión, firmes, audaces, sabiendo que la macro-economía en cualquier momento se puede convertir en mega-fortuna si se tienen las arti-mañas necesarias, o mucha buena suerte, o los conocidos adecuados.

Tomé en cuenta el consejo de la señora e indagué dónde podría pasar la noche en una comunidad tan pequeñita. Alguien se dignó decirme que por el rumbo de Microondas San Juan, (insisto, vuelvo a jurar, así se llama) los 14 habitantes que ahí viven podrían a lo mejor ser un poco hospitalarios, durante un rato, como por ejemplo, en la noche, si yo no roncaba. Di las gracias (por no dejar), decidiendo que me era imposible ir a un sitio con semejante nombre y menos con la ponzoña alucinante del méndigo mosquito que todavía andaba queriendo volver a dar marometas entre mis neurotransmisores.

Fui a La Tiendititita del pueblo por un refresco y para ver si le sacaba plática al tendero. Con la Coca-Cola no se abrió mucho, pero cuando le compré unos Churrumáis la cosa cambió y fue más amigable. Me dijo que podía buscar que alguien me alojara en plan buena onda (jurándome que en Capoluca no había gente peligrosa) en lugares cercanos como el Fraccionamiento Fernado Gutiérrez Barrios (¡háganme el favor!,,, ¿cómo podría ni siquiera acercarme a ese lugar con nombre de prócer priísta?), o en Cuesta del Mexicano (eso, por un momento me latió, sentí una identificación arrebatadora) o bien en Las Antenas (La Torre) pero como yo sí creo en los OVNIS taché de inmediato ese lugar.

El tendero, ya más amigable cuando supo que le iba a los Pumas, me preguntó que qué demonios andaba haciendo yo por esos lugares y de plano se lo dije. Lo vi ponerse pálido, trabar la mandíbula y desviar la mirada, quizá un ligero temblor en su mano derecha, luego un intento de risa como cínica. Le pregunté que si sentía mal y, como secreteando, me dijo "dicen que cerca de Moyoapan han visto a dos tipos medio raros, barbudos, que hablan un idioma como diabólico y tienen muy mal carácter."

¡Bingo!

¡Bingo, bingo y recontra pinche bingo!

Al fin parecía tener una pista sólida sobre el paradero de Goran Hadzic y Ratko Mladik (ándenle, revisen la wikipedia.com para que vean que sí existen estos fulandrones.)

Total, aunque el sol ya andaba haciéndose el payaso al ir en picada hacia su recámara occidental, opté por internarme en las montañas, aunque ahí me agarrara la noche. Total, pensé nostálgico, hace tanto que nadie me agarra nada, que al menos esa posibilidad tenía lo suyo de prometedor.

¡Moyopan ahí les voy!

¿Y los chaneques? ¿No decían que de noche eran más peligrosos?

Pero yo llevaba la ropa puesta al revés y, como en el cuento de La Lechera, ya iba yo pensando en qué me gastaría (para qué si no) los diez millones de dólares.

(Continuará...)

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